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La goulash birria a la sazón de Sherele
¿Klezmer tapatío? Cualquiera puede ser arrebatado por la sorpresa al encontrarse de frente con la singular propuesta musical del cuarteto Sherele, el grupo que integran la multi-instrumentista Nathalie Braux, la guitarrista Sibila Knobel, el bajista Luis “El chino” Arreola y el percusionista Daniel Kitroser, agrupación que con Goulash birria, su segundo racimo de piezas instrumentales, da continuidad a su celebrado primer disco, Oy Mame Shein Pickles Chiles And Jrein.
Sintetizando varios siglos de sonoridades e influencias a lo largo de un periplo que revisita piezas tradicionales como la judía “Hava Nagila”, la rusa “Ozhindanje” y la búlgara “Heyser Bulgar”, interpretadas con un sello muy particular y contemporáneo, Sherele llega al presente para demostrar que su gusto por la diversidad y la experimentación cristaliza en composiciones propias como “Hora Funk” —en la que se anudan con fortuna una danza rumana y el vibrante estilo negro estadounidense—, “Vals del viaje” y la que da título al álbum, un ambicioso y refrescante ejercicio musical de casi siete minutos que sintetiza el espíritu ecléctico que marca su sonido. Es sobre todo en estas composiciones en las que puede percibirse la disputa que los Sherele encaran a la hora de hacer música, ese debatirse entre los sonidos del klezmer y aquellos del jazz que a su vez los inspiran y mueven. En ese sentido, la improvisación parece jugar un rol importante en la manera en que el grupo asume tanto su trabajo compositivo como interpretativo; esa compulsión que cada uno de sus integrantes tiene hacia ciertos tiempos musicales, hacia ciertas estructuras melódicas, hacia cierto acentos, que al sumarse en la espontaneidad crean la identidad de su impar e innovadora apuesta artística.
Como su título lo sugiere, Goulash birria resulta un delicioso maridaje musical entre la veneración que Sherele guarda hacia la música klezmer del este de Europa, y las pasiones secretas que cada uno de sus integrantes tiene arraigadas en un gusto que es evidente que no quiere anclarse en un estilo sino todo lo contrario: abrirse a todo aquello que llega, acaricia y seduce a su imaginación. Un delicioso maridaje musical al cual, como si fuere un exótico platillo de cocina fusión, hay que acercarse con la emoción y la curiosidad que sugiere una obra que, surgiendo en la tradición, persigue llegar a algo nuevo y provocador.
Enrique Blanc
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